América Latina

La desigualdad y la no integración expone las venas de América Latina durante la pandemia

Atrás parece quedar ese año 2019 lleno de reclamaciones sociales en todo el continente y especialmente en países como Bolivia, Chile o Colombia. En el primero con el golpe de estado a Evo Morales y en los siguientes con protestas en las calles y unos presidentes con unos índices de popularidad por los suelos. Una región que los datos señalan a América Latina como la región más desigual del planeta por mucho que los neoliberales se empeñen en remarcar a Chile como un éxito del neoliberalismo.

La crisis de la pandemia se ceba exponencialmente con los más desfavorecidos y vulnerables. En Perú, el 70% de los trabajadores son informales, los cuales no tienen garantizado el trabajo ni un subsidio y que además sobreviven del día a día. Pero ésto no es exclusivo del Perú, sino que también ocurre en Bolivia o en Ecuador. La OIT (Organización Internacional de los Trabajadores) cifra en unos 140 millones de trabajadores informales en 2018 en América Latina y el Caribe. En el caso de la salud, un 30% de la población latinoamericana no dispone de acceso a la sanidad.

El caso de las mujeres es especialmente crítico en la región y en concreto en México en el que ya han asesinado a más de 200 mujeres desde mediados de marzo. 167 víctimas de la violencia machista desde que comenzó el confinamiento hace exactamente un mes.

Brasil, siendo una superpotencia, es un pilar fundamental en esto de la integración regional, tan esencial, que necesita de un empuje social para destituir al negacionista de Bolsonaro, que como indica el filósofo brasileño Vladimir Safatle en una entrevista, podría estar ocultando cuerpos y cifras de fallecidos por la pandemia.

La integración regional sería una herramienta para que, en conjunto, los pueblos de la región tomaran decisiones y acciones que, sin duda, son tan necesarias en la crisis actual. A pesar de las claras diferencias tangibles entre los países que la conforman, esta herramienta podría cercar problemas que muchos de ellos comparten. Sin embargo, a la hora de plantear una estrategia común hay que evidenciar que existen dos tendencias en las relaciones económicas de la América Central y el Caribe y la América del Sur. En concreto, la dependencia de México, y otros países de Centroamérica y el Caribe, con EEUU es inequívocamente geográfica basada en una frontera de 3100km y su cercanía con los vecinos del norte. El turismo, el comercio, los flujos migratorios y la inversión extranjera es esta región dista mucho de la que se manifiesta en América del Sur. Con la entrada de China en la región, América del Sur sufre una mucho menor dependencia de EEUU.

Los procesos económicos mundiales están en plena transformación. El tablero de juego mundial ha variado desde la crisis financiera del 2008 en donde se aprecia la debacle del viejo imperio, EEUU, y el auge del nuevo: China. Estos cambios de protagonismo junto con la política proteccionista del “America First” de Trump, que recuerda mucho al “América para los americanos” de la doctrina Monroe, pone en evidencia la desesperada necesidad de los EEUU por volver a interferir en las políticas de sus vecinos del sur con la intención de asegurar que los recursos de la región le pertenecen. La interferencia por impedir una integración regional es evidente y trae consecuencias como las migraciones masivas, golpes de estado (Bolivia), la búsqueda de un enemigo común y eje del mal como Venezuela o la destitución y persecución de presidentes legítimos mediante técnicas de law-fare y fake-news. Todos estos países comparten una riqueza y maldición: los recursos naturales.

La pandemia de la covid19 propiciará una demanda de políticas sociales y económicas a las instituciones públicas enfocadas al beneficio de la mayoría y que seguramente será satisfechas en el corto plazo. Sin embargo, el peligro radica en el proteccionismo que pueda surgir en algunos países de la región chocando de frente con esa necesaria integración regional que tanto se anhela. Tras la crisis, los estados de América Latina y el Caribe deberían realizar acciones conjuntas estratégicas para superarla de forma unida en búsqueda políticas de crecimiento a largo plazo que permitan fortalecer el comercio interregional con una mirada ambiciosa que permita a la región negociar de tú a tú con EEUU, China o Europa.

“La solidaridad es la ternura de los pueblos”. Esta frase de la poetisa nicaragüense Gioconda Belli está en el día a día de América Latina. Unos pueblos que comparten un pasado en común. Y que solo lo común y la unidad regional hará que las consecuencias de la pandemia sean menos duras y puedan afrontar un futuro de dignidad en la que la correlación de fuerzas permita actuar conjuntamente contra aquellos que desde EEUU, Europa y también los que desde dentro solo buscan o permiten la vigencia del histórico y actual statu-quo.