El Bebedero de Rocinante

El cambio climático, sin papel ni butaca en el cine del neoliberalismo

Con el ascenso del viejo vaquero y la hija del tendero se entabló una alianza en la que el neoliberalismo tendría vía libre para conquistar el relato de forma global. Hablamos de Ronald Reagan y Margaret Thatcher cuyas políticas neoliberales expansivas tuvieron consecuencias desastrosas para millones de personas abandonadas por el Estado de Bienestar. La implantación de estas ideas en el ideario de la gente no hubiera sido posible sin un altavoz mediático y de masas como es el cine. Ahí tenemos ejemplos como héroes e individuos derrotan a enemigos como, en primer lugar, los soviéticos o, más recientemente, los árabes. La búsqueda de un enemigo es esencial para que el imperialismo y su recetario de ideas neoliberales se expandan y conquisten la realidad de la gente como única e inequívocamente sistema de valores.

A pesar de que los movimientos anti globalización surgidos, especialmente, durante los ochenta y noventa, levantaron su voz sobre los posibles peligros y consecuencias climáticas que el neoliberalismo traía inherentemente; el cambio climático siempre ha sido un tema tabú para la industria cinematográfica. Los posibles ejemplos de películas siempre hacen referencia a un mundo ya devastado por bien una guerra nuclear, un meteorito o un cambio ajeno, siempre, a la acción del hombre en el entorno.

Hay discursos en los que se apunta a una imposibilidad de guion el mantener a un espectador durante dos horas y media sin abrumarlo debido a los elementos que conforman el cambio climático: el proceso industrial de la carne, por ejemplo, genera mucho conflicto en la audiencia. Otro argumento en contra es la falta de un héroe y un villano, que de forma simplista resuelva el problema.

¿Podría esta industria hacer cine sobre el cambio climático sin ser presa de sí misma? Como industria, también caería sobre ellos la mirada acusatoria y de responsabilidad sobre las consecuencias climáticas.

Es evidente que el cine como industria, siempre busca maximizar su beneficio. ¿Podría esta industria hacer cine sobre el cambio climático sin ser presa de sí misma? Como industria, también caería sobre ellos la mirada acusatoria y de responsabilidad sobre las consecuencias climáticas.

Más allá de documentales y películas de cine independiente, no existe una gran filmación con un potente estudio detrás que de forma universal apunte al origen de esa pandemia, aumento de temperatura o congelación del planeta vista en algunos largometrajes de Hollywood. Si bien hay algunas estrellas de cine que promueven mediante documentales acercarnos un poco al problema, como en “Before the flood”, el gran capital no permitiría una proyección a escala mundial autocrítica y reveladora sobre este tema en cuestión.

El modelo individualista o la meritocracia en la que basaron su ideario confronta con la posibilidad de un cine más democrático, más autocrítico y que ponga encima de la mesa algunos de los pilares que sostienen el neoliberalismo y que, a su vez, taponan cualquier alternativa de cambio o cuestionamiento del status-quo.

“No es la existencia de clase la amenaza sino la existencia del sentimiento de clase” sostenía la Dama de Hierro. El modelo individualista o la meritocracia en la que basaron su ideario confronta con la posibilidad de un cine más democrático, más autocrítico y que ponga encima de la mesa algunos de los pilares que sostienen el neoliberalismo y que, a su vez, taponan cualquier alternativa de cambio o cuestionamiento del status-quo.