Por mucho que algunos intenten impedir un ejercicio de memoria sobre las atrocidades producidas por los colonos europeos en la que fue una invasión, y no conquista, de América, así como las barbaries cometidas por los propios estadounidenses contra los nativos americanos; el cine, a veces, sirve como hilo conductor entre la memoria y el ahora. El que fuera ministro de Asuntos Exteriores, Josep Borrell, afirmó en 2018 que en EEUU, tanto en su historia como en su independencia, «lo único que habían hecho era matar a cuatro indios», negando la memoria del genocidio de los nativos americanos.
Antes de nada, quisiera hacer un inciso sobre la maquina cultural que representa la industria de Hollywood a la hora de dar la batalla ideológica y su control del relato. La victoria cultural que supone el relato norteamericano sobre la Segunda Guerra Mundial se manifiesta en la falsa creencia popular que el Soldado Ryan fue quién consiguió la victoria sobre los nazis en aquella maldita guerra y no los veinte millones de muertos que puso la Unión Soviética sobre la mesa. Ahora bien, Estados Unidos, a veces, consigue hacer justicia mediante sublimes ejercicios de memoria y autocrítica en el cine, tal y como vemos en la película de Scorsese «Los asesinos de la luna». Aunque tarde, esta película hace justicia a la memoria de los pueblos nativos americanos y las masacres cometidas a sus comunidades, en este caso sobre la tribu Osage.
La tribu Osage son una de las tribus de nativos americanos cuyas comunidades descubrieron reservas de petróleo en sus territorios a principios del siglo XX. Este es el detonante de una tragedia sobre la que escribió David Grann en «Los asesinos de la luna de las flores: los asesinatos de Osage y el nacimiento del FBI» y, ahora, Scorsese trata en su magistral obra. Esa abundancia de petróleo convirtió a sus comunidades es inmensamente ricas, siendo objeto de la envidia y el odio racial blanco de sus vecinos. William Hale fue uno de esos. Mediante asesinatos de personas de la comunidad Osage intentó hacerse con los derechos materiales sobre el petróleo. Y es aquí donde el FBI comienza una investigación sobre tales hechos. De igual forma que Los asesinos de la luna (2023) supone revisitar la cruda historia y una autocrítica a las acciones del pueblo estadounidense sobre los pueblos originarios de América del Norte, Apocalypse Now o Taxi Driver reflejan el trauma de la guerra de Vietnam de una forma muy crítica.
Otras barbaries más recientes de violaciones de los derechos humanos de los pueblos originarios fueron los asesinatos de Farmington (Nuevo México) en los años 70. Cerca de la reserva india de Farmington, en las ciudades fronterizas que la rodean, estudiantes blancos asesinaban y torturaban a hombres y mujeres navajos en lo que se llamó de forma inhumana Indian Rolling. Un informe de 2004 del Departamento de Justicia de Estados Unidos expresó los nativos americanos sufren más del doble de violencia que el resto de los ciudadanos.
La cuestión del reconocimiento de los derechos humanos de los pueblos originarios ha sido siempre incomprensiblemente tardía. La Organización de Estados Americanos (OEA) aprobó en 2016 la Declaración Americana sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas ampliando enormemente los derechos reconocidos en la declaración de 2007 como el derecho de los pueblos indígenas a la libre determinación, incluido el derecho a la autonomía o al autogobierno en asuntos relacionados con sus asuntos internos y locales, así como a la participación en todos los niveles de la toma de decisiones en asuntos que les afecten.
Con Los asesinos de la luna (2023) Scorsese desató la locura en el Festival de Cannes con una gran ovación hacia el director en su recibimiento. Esta magistral película es una obra de justicia con los pueblos originarios de Norteamérica, pero cruda y dura como su historia, es una joya del cine que confirma a Scorsese como uno de los mejores directores de cine de la historia.
