Otro mundo es posible

La plaga como conciencia y horizontalidad

La conciencia etimológicamente proviene del latín conscientiacomo unión de la palabra prefijo con (convergencia) y scentia (ciencia, saber) cuyo significado en conjunto es la capacidad de estar consciente del bien y el mal. Los vecinos que cada noche alrededor de las 20h aplauden emocionadamente a los profesionales médicos y enfermeros que están entregándose en cuerpo y alma a combatir esta crisis vírica demuestran que en una parte de sí mismos se ha despertado una conciencia por lo público, lo de todos, y en concreto por el sistema de sanidad público. La memoria juega un papel fundamental junto con la capacidad de los movimientos en pro de la defensa de este sistema de sanidad universal de ganar el relato e imponerlo mediante una evidencia de hechos y razonamientos, que estamos viviendo, de forma que la conciencia sobre la importancia de colaborar juntos se imponga a la lógica del mercado de luchar unos contra otros.

Una plaga vírica como la que estamos sufriendo con el covid-19 revela la horizontalidad en la que ésta nos sitúa. Observando dos países liberales, por un lado España con un sistema de sanidad pública universal (a pesar de los duros recortes) frente al modelo neoliberal de EEUU. El primero cuenta con unas 120000 camas de cuidados intensivos, con una población de 42 millones de personas. El segundo, dispone de 45000 camas para dichos cuidados en una densidad de población que asciende a 327 millones de vidas. Se calcula que un 20% o más no tienen acceso a la sanidad ni pública ni privada. La alerta que una pandemia desata en la población estadounidense es además de miedo al otro, de ahí ese notable incremento en la venta de armas por parte de la ciudadanía. Como quien va a comprar y vacía las estanterías de papel sanitario.

Hay que repensar el futuro de país que queremos tener. Puede que la pandemia que vivimos abra una ventana de esperanza hacia una conciencia colectiva que resulte en un modelo de colaboración entre naciones y no la hegemonía de una ley de la selva en donde los mercados y las grandes compañías se permiten el lujo de influir en las decisiones políticas con la excusa de la competitividad y la amenaza de trasladar su fiscalidad a otro país menos exigente en materia de impuestos.

Todo dependerá de si los aplausos de cada tarde al personal sanitario quedan en papel mojado o se materializan en una conciencia colectiva capaz de exigir al gobierno y empujarlo hacia un modelo más solidario en lo público y justo fiscalmente.